Alquería de Barrinto. Marxalenes-Valencia. Arquitectos M. Del Rey y A. Gallud. Arqueólogo V. Algarra |
Tal vez
alguien piense que, en estos momentos, hablar de rehabilitación o de cualquier
iniciativa relacionada con la puesta en valor del patrimonio cultural es una
pérdida de tiempo, ante las escasas posibilidades de financiación actuales y
las oscuras perspectivas de futuro.
Pero,
asumiendo la honda preocupación que todos sufrimos por la situación actual, creo
que, ahora más que nunca, es momento de reflexionar, hacer balance de los
errores y aciertos de estas últimas décadas, compartir experiencias y formarse en
el campo de la rehabilitación para encarar un futuro mejor.
En
política, en economía, día a día se nos alecciona en la idea de que es un
ejercicio vano, e incluso contraproducente, mirar hacia atrás, para buscar “culpables”,
malas praxis y lo que es peor delitos. Pero sigo creyendo que es imprescindible
rebuscar en el pasado ¿cómo es posible, si no, alcanzar soluciones si
desconocemos o nos autonegamos a reconocer los errores colectivos e
individuales?
Volviendo
a nuestro ámbito profesional, claro es que abundan los ejemplos de proyectos de
rehabilitación bien planificados y bien resueltos en los últimos 10-15 años.
Pero también es cierto que la lista de los “fiascos” es, ciertamente, larga.
No está
en nuestro ánimo sacar los colores a nadie. Reflexionar acerca de las
experiencias pasadas no significa recriminar. Sin embargo, quiero apuntar tres
situaciones que en demasiados casos han sido norma, e incluso se han combinado
entre sí, como caras de una misma moneda.
- ¡Quiero obra!
Ese ha
sido un lema esgrimido por algunos políticos y gestores ante la solicitud y
consecuente denegación de redacción de Planes Directores o, cuanto menos, de modestos
proyectos donde se asienten las bases de la rehabilitación de un edificio
histórico, a saber: conocimiento profundo del mismo, criterios coherentes de
intervención, usos y compatibilidades con el monumento.
La
búsqueda, por encima de todo, de rentabilidad política supone, entre otras
cosas, inmediatez y productos efímeros. La inmediatez, como en todos los
trabajos, trae consigo chapuzas y lo efímero en monumentos históricos seculares
es, por no calificarlo de otro modo, un mal chiste.
- ¡Rehabilita y ya veremos para qué!
Este es
otro mensaje muy recurrido en los últimos tiempos. Cuando algo se inicia sin
saber por qué o para qué se rehabilita, lo
normal es que al final de la obra siga sin conocerse el uso del edificio. El
riesgo que se corre es que al día siguiente de recuperarlo comience su
degradación.
Como
variante de esta situación, en ocasiones, se adjudica un uso “iluso” a los
espacios rehabilitados, algo que ni se planifica (¡volvemos a la casilla de
salida!), ni se dota, ni, y esto por alucinante no deja de ser cierto, se
comunica a aquellos que tras la rehabilitación deben hacerse cargo del edificio
y desarrollar la actividad a la que se destina (espacio expositivo,
administración, restaurante...). Un eufemismo, al respecto, son las llamadas
salas “multiusos”.
- ¡He utilizado el edificio como un
contenedor!
Mal
vamos!!!. Un edificio histórico nunca es un contenedor y menos en la acepción
de receptor de desechos. Que el edificio histórico sea una excusa para la
creación de otro de nueva planta o que se arrinconen los valores del monumento
frente a una creatividad mal entendida, es una agresión contra el Patrimonio. Conservar
tres o cuatro paredes o incluso todo el perímetro no es ni restaurar ni
rehabilitar, es expoliar y demoler.
Aquellas
intervenciones que se salvan de estas presiones tienen mayores posibilidades de
llegar a buen puerto. Son muchas las que podríamos citar. Ejemplos muy dignos a seguir son los dos proyectos
valencianos premiados en la última edición del Premio Unión Europea de
Patrimonio Cultural / Europa Nostra 2012. Los arquitectos de la empresa ARAE Patrimonio y Restauración, S.L.P han
sido premiamos por el proyecto de rehabilitación del Palauet y fábrica de baldosines
de gres de Nolla en Meliana.
Las palabras que acompañan a la recensión de su proyecto responden
a la primera de las preguntas que planteábamos en el título: ¿cómo? Son una muestra de cuál es el
primer paso, que nunca debe saltarse, en la futura rehabilitación: el profundo
conocimiento del objeto a intervenir. Los
trabajos llevados a cabo exploran todas
las vertientes de este patrimonio: industrial, arquitectónico, artístico,
histórico, social, etc. Los objetivos de estas labores son múltiples: conocer
los modos exactos de fabricación de semejante producto, su historia, su
difusión, la repercusión de dicha industria sobre el tejido económico y social,
así como el conocimiento exhaustivo del muestrario de la fábrica: el Palauet
Nolla. Los resultados de tales trabajos nos permiten plantear la restauración
del edificio, así como la difusión y el reconocimiento de tan valioso legado,
especialmente a escala local y regional (http://www.arae.es/trabajos_nolla.html).
Horno Alto nº2. Sagunto. Arquitectos C. Gradolí y A. Sanz |
Para responder a la siguiente pregunta: ¿para qué?, nos servimos del segundo proyecto premiado, el de los arquitectos
Carmel Gradolí y Arturo Sanz por el Horno Alto nº 2 de Sagunto: el horno alto no es un contenedor al que se pueda implantar un nuevo uso más o menos
adecuado a sus características espaciales y a su destino original, sino una
máquina enorme, un artefacto que se ha construido y modificado con unos medios,
una finalidad y, sobre todo, una actitud muy distinta a la que hoy nos anima a
conservarlo… La actuación en el Horno
Alto nº2 tiene la responsabilidad de restituir como elemento cultural un pasado
del que es casi el único nexo de unión. En ese sentido la intervención ha
actuado en tres aspectos: consolidación estructural, recuperación de su imagen
y habilitación funcional, de carácter
esencialmente didáctico. (http://www.gradolisanz.acontrapeu.com/GradoliSanz/alto_horno_I.html)
Todas estas reflexiones, estos buenos “modos” de encarar el
trabajo de la rehabilitación de edificios o elementos arquitectónicos del
Patrimonio Cultural histórico o arqueológico, se hallan en la senda por la que debemos caminar todos aquellos
profesionales que tenemos ocasión de recoger en nuestras manos la
responsabilidad de estudiar y decidir sobre la intervención en casas, palacios,
castillos, alquerías…o cualquier otra construcción del pasado.
En definitiva, el Patrimonio, sea cual sea, es
un legado que heredamos de nuestros antepasados, que se nos confía, que tenemos
la obligación de mantener, si es posible
mejorar, y finalmente transmitir a las generaciones futuras.
Igualmente es esta la filosofía que se ha de transmitir a todos
aquellos que se plantean recoger nuestro relevo en los días venideros.
Son muchos los recursos de los que disponen los actuales
estudiantes y recién licenciados de todas aquellas disciplinas que confluyen en
la rehabilitación arquitectónica histórica. A ellos se suma ahora la oferta de nuestros cursos de formación, que pretenden
sobre todo ofrecer conocimientos y criterios altamente profesionales, una
profesionalidad, que asegure intervenciones meditadas y respetuosas con nuestro
legado.